lunes, 8 de febrero de 2016

Mi último poema dedicado a ti.

Qué va a ser de mi cuando se fracturen las vértebras de ti.
Cuando tenga todas las heridas al descubierto y brillen más que cualquier curva de otras mujeres.
Qué va a ser de mi cuando mi pelvis ya no moldee tu vida en cada golpe seco.
Que va a ser de mi cuando se arranque el cielo y solo nos queden esos puñados de nubes que convergen sobre un hogar hecho de barro.
Que va a ser de mi cuando solo seamos la respuesta que responde sin un suspiro .
He llorado mares de tinta.
He empezado a pensar que no puedo contemplar una vida sin tus brazos de marco.
He rezado por olvidarte y he convertido mi cuerpo en lienzo y tu recuerdo.
Tu recuerdo en arte.
Esto va por las cosas que nos quedaron pendientes. Por las veces que fingo no quererte.
Esto va por los vértices de un triángulo en el que todos los grados son menos del giro que supuso amanecer un día sin ti.
Esto va por las veces que no nos escuchamos.
A veces nos miro y no entiendo absolutamente nada.
No entiendo donde quedó la magia.
En qué maldita chistera se ha escondido el truco,
Llevo años buscándola.
No entiendo ese espacio mudo que nos separa. Ese que convierte el piropo en insulto.
No entiendo porque no disfruto de cada bocanada de aire y prefiero matarme suspirando humo.
No entiendo en que punto, en que maldito instante, pasamos a ser inoportunos en todos los lugares.
No soporto unos labios transgénicos. Un alma bala ni un cuerpo cárcel.
No concibo ya ser de nadie. Me he pixelado la piel y he llegado a pensar que mi vida no es arte.
Y claro que lo es.
He dado la vuelta a tu mundo en más de 80 días para dar el jacke mate.
No subasto ninguna reliquia a quien puja por lo que tiene un valor incalculable.
Podría deletrear las veces que pestañeas antes de dormirte.
Tengo el corazón en busca y captura pero sigue esperando tu rescate.
Eso de salvarme nunca se me ha dado del todo bien. Por eso, prefiero amordazar mis miedos hasta ahogarme y una vez muerta por ellos, ser ese fuego del que nunca queden las cenizas.
Vivo en un infierno constante que nunca veo arder. Es un invierno calido.
Donde están tus márgenes que quiero salirme y leerte entre parrafadas.
No voy a ser la norma a la que confirme una excepción. Pero tampoco espero reducirme a nada cuando siempre tuve una tendencia a ti.
Soy reincidente en tus páginas, en tu libro, y no. No quiero abrir un prólogo sin haberme convencido el epílogo.
Lo siento, cariño. Yo no soy de esas.
No soy de las que brindan
ni de las que firman
con sangre
porque sus ojos no son suficientes para confirmar mi libertad.
No necesito anillos que
me hagan pensar que no soy libre
encadenarme a un equilibrio absurdo
en el que desencajo yo con toda mi inestabilidad.
Soy reversible y a veces mi lado bueno es la peor versión que he conocido de mi.
Pero tengo un espejo en los labios y creeme que de extremo a extremo gritan un: tu no eres el guapo del reino,no le llegas a los talones de un cielo amaneciendo.
Porque siempre fuiste tan inexorable como exacto. Porque quiero escribir sobre ti y que no me quede tinta en las palmas de las manos.

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