Grito por los héroes que nadie ha convertido en dioses. Por los políticos que proponen cambiar y ni siquiera son capaces de rectificarse así mismos en pleno discurso electoral.
Grito por los padres que han tenido que esperar el futuro de sus hijos en un aeropuerto. Por los besos de reencuentro y los de despedida tras un "para siempre".
Grito por el que ahoga su grito en formato "tenemos hablar". Por el que calla porque no sabe como no otorgar; por el miedo a equivocarse, sufrir, a llorar.
Grito por el parto de esa mujer que sacó a su hijo adelante trabajando, por el padre que no llegando a fin de mes decidió correr más rápido antes que pararse y ver atropellar a su familia una vez más.
Grito por el tímido que se hizo valiente a base de llamarlo cobarde. Por el médico que decidió enfermarse por un beso antes que soportar una hemorragia de tristeza en su sangre.
Grito por los que del silencio saben hacer poesía. Por los que no sabemos que cojones queremos pero sí lo que no queremos en nuestras vidas.
Grito por los enamorados que supieron que antes de cualquier alguien o nadie siempre está uno mismo y prefirieron extirparse a esa persona antes que soportar una vida llena de normas no ajustadas a sus medidas.
Grito por las calles que nunca vieron manifestarse la ira por un recorte y vieron gritarse a dos chavales por ser del partido contrario sin darse un voto para ser leerse.
Grito por el adolescente que ebrio, de sus problemas decidió traficar sonrisas antes que romper labios con promesas perennes, que antes de morder la mano que le dio de comer eligió abrir los brazos y arrugar la rabia dentro de los puños.
Grito por los que esperan que de una guerra solo salga un bando herido, por los que aguardan la llaga en el costado ajeno sin conocer lo que quema en la piel propia, lo que araña al doler.
Grito por la derrota asumida después de conocer a que sabe el triunfo. Por este sabor ácido en la boca.
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